miércoles, 5 de septiembre de 2012

Errando que es gerundio.





No hace muchas entradas, estimados y rancios feligreses, comentábamos aquí el fenómeno de la ultracorrección, malformación lingüística mediante la cual el hablante corrige una palabra que supone errónea cuando no lo es dando lugar a pequeños engendros verbales, algunos francamente jocosos.

Desconocemos si este fenómeno tendrá la misma denominación cuando se realiza en expresiones y frases hechas, pero el resultado es, igualmente, asaz cómico, rozando a veces lo esperpéntico. Nos referimos a esas frases hechas, en ocasiones refranes, que algunos asnoparlantes gustan de utilizar para dotar a su discurso de una pátina cultista e intentar escalar, infructuosamente, algún que otro grado en la escala de niveles del lenguaje, pero que, ya sea por desconocimiento o por pretendida aunque espuria sapiencia, no atinan a materializar en su debida forma.

Merced a uno de estos refranes, tan castizos ellos, sabemos que aunque la mona se vista de seda sigue siendo un primate de modales zafios y reacciones imprevisibles, que lo mismo gusta de proferir agudos alaridos que de arrojar sus propias heces a la concurrencia en malsano deleite fecal. Y aunque un chimpancé con ropajes humanos siempre es chistoso, convendrán conmigo en que no es ejemplo ninguno de gracia ni donosura. Y esto es precisamente lo que sucede con los citados asnoparlantes, que tratan de disfrazar su condición cuasisimiesca engalanando su verbo, pero, al hacerlo de forma fallida, caen en ignominia y se autoinculpan sin quererlo de delito de burricie galopante. Es, expresándolo de un modo llano, “querer ir de guay y no llegar ni a chachi”.

A falta de una denominación más idónea, quisiéramos aquí nombrar a este evento de la siguiente manera:

Yerro.
-Equivocación por descuido, inadvertencia o ignorancia.
-Falta contra los preceptos morales o religiosos.


Procede, por cierto, del verbo errar (equivocarse, y también vagar sin rumbo) y nada tiene que ver con el metal que al parecer abunda en las lentejas.

Como éste no es lugar para ponerse teológicos, religiosos ni beatos (en fin, supersticiosos) escogeremos la primera definición para referirnos al suceso que hoy nos ocupa y, por supuesto y de forma completamente gratuita, ofreceremos a continuación el pertinente botón de muestra:

De muchos es conocida la expresión “no me gusta el cariz que está tomando esto”. El cariz es el aspecto que presenta determinada cuestión, y la expresión se podría reemplazar por la muy agreste y talaverana “no me gusta cómo caza la perrilla”. Pues bien, el que suscribe y escribe ha percibido con sus propios oídos la siguiente malformación, el siguiente yerro: “no me gusta el carisma que está tomando esto”. ¿Qué les parece? Digno de ajusticiamiento público. Como dicen por ahí: “vergüenza de sus hijos”. Pero aún hay más, no se vayan todavía. No ha mucho su humilde servidor de ustedes tuvo ocasión de oír en plena rúa cómo una señora le decía a su púber vástago: “no me gusta el cáliz que está tomando esto”. ¿Perdón? ¿El cáliz? ¿Y si, para completar la misa, al cáliz le acompaño una buena hostia, señora?

En fin, antes de soliviantarme y enajenarme hasta el colapso me despido de ustedes, fieles y rancios parroquianos y parroquianas, con la única recomendación de que cuiden su verbo. Utilicen expresiones, sí, adornen su discurso con refranes y frases hechas si ello les place y si es menester colarlas en la conversación para disfrute de los presentes, pero, por el amor de Jardiel Poncela, háganlo como es debido.

2 comentarios:

Lublú dijo...

Esto me recuerda a cierta conversación en la que una amiga quiso hacer gala de sus exquisitas formas, diciendo que le gustaba mucho "el estatus" de sus cejas. Yo estuve un rato dando vueltas al asunto, no sabía que ahora estas también tenían posición social, ¡Este mundo está loco!.
Quizás no sea el ejemplo más adecuado, pero quería compartirlo con ustedes.
Un saludo :)

Hombre Malo dijo...

¡Cielos! ¿El estatus de las cejas? Por más vueltas que le doy no atino ni a suponer a qué demontres se podría referir. Quizá está usted en lo cierto y se refería a su posición social, incluso a lo mejor sus cejas eran "aristocráticas".

Es un buen ejemplo, querida Lublú, y gracias por compartirlo con Nos.